“Cosas que no hacemos”, un filme sobre la inevitable pérdida de la inocencia
Pocas veces puede verse en las salas de cine mexicanas películas realmente honestas, sin mayores pretensiones que contar una historia. “Cosas que no hacemos” de Bruno Santamaría Razo, es precisamente este tipo de filme, de corte documental, que retrata la existencia tal cual es, a veces complicada, a veces sencilla, en ocasiones luminosa, en otras, oscura, pero usualmente interesante. Así, a través de la lente del realizador, conoceremos a “Arturo”, un adolescente de la población costera, El Roblito, en Nayarit.
El sueño del joven es vestirse como mujer para establecer su paso de la niñez a la adultez, sin embargo, no le será sencillo, máxime que su comunidad es parte de una zona violenta, donde el machismo y la misoginia están siempre presentes.
Santamaría Razo sigue la vida cotidiana de “Arturo”, quien se encarga de cuidar a los niños del pueblo. También seremos testigos de esta rutina infantil, plagada de ensoñaciones, juegos, dulces, esperanza, que en algún momento perderán conforme crezcan y se inserten en la vida de la población adulta. Los pequeños protagonistas asisten a clases, reciben sorpresas aéreas, visten con playeras de Disney o “Minions”, cuentan sobre su alegría sin reparar en la dura realidad, misma con la que se topará “Arturo” en su intento de hallar la libertad.
La cinta destaca por su sublime fotografía, los escenarios rurales y el color intenso que provocan en el público un dejo de nostalgia e impotencia, ante el futuro que les depara a estos infantes, quienes ahora gozan su inocencia. “Cosas que no hacemos” es imperdible.