Vientos del pueblo del Fondo de Cultura

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«Encender una hoguera», de Jack London

El hombre, así sin más, le llama London a su personaje, es nuevo en la comarca y se dirige al campamento donde lo aguardan sus compañeros. No puede decirse que sea un novato, se ha enfrentado antes a climas extremos, donde el frío es una mordedura helada y dolorosa; de hecho, es rápido y práctico en la vida, pero carece de imaginación. Debajo de los 45 grados bajo cero — y está a menos de 60- un hombre no debe viajar solo, le advierte un aventurero experimentado en algún poblado perdido, pero el hombre tiene soberbia y machismo de sobra con los que cree poder enfrentar cualquier dificultad.
El problema es que la gélida realidad, esa de la que es habilísimo narrador el autor de esta historia, lo alcanza. La naturaleza, feroz en sus extremos, reta al hombre y sus posibilidades de sub-sistencia. Aquí encontramos a London en su mejor forma, en una de sus grandes historias.

Jack London (San Francisco 1876-Glen Ellen, 1916), escritor y periodista, se educó en sus primeros años leyendo vorazmente en una biblioteca pública. Intentó seguir una educación formal, pero el mundo le quemaba los pies y se convirtió en trotamundos:
marinero, pescador de ostras, contrabandista, buscador de or en el Klondike, explorador en Alaska; un sinfín de experiencia: que marcaron profundamente su vida y que trasladó a la litera tura. Es autor de memorables cuentos y novelas, como El llamad de lo salvaje, El lobo de mar, Colmillo blanco, y de una devastadora autobiografía, Martin Eden.

«La tuerta y otros relatos», de Júlia Lopes de Almeida

La tuerta y otros relatos reúne siete cuentos que forman parte del libro Ansia eterna, publicado en 1903. Los relatos de Júlia Lopes de Almeida exponen con crudeza el drama humano, se mueven entre la melancolía, la tristeza y la locura, se caracterizan por su fuerza narrativa y dan cuenta de la osadía de la autora para tratar temas como el deseo y el erotismo femeninos.

Júlia Lopes de Almeida (1862-1934)
nació en Rio de Janeiro en el seno de una familia portuguesa de profesionistas liberales. Creció en un ambiente rodeado de literatura y arte, y fue su propio padre quien la estimuló a escri-bir, cuando aún era muy joven, sus primeras crónicas en periódicos. Desde entonces comenzó una carrera literaria que habría de ser larga e ininterrumpida. Lopes de Almeida escribió más de cuarenta libros entre crónicas, novelas, cuentos y literatura infantil, género en el que fue pionera en Brasil junto con su hermana, la maestra Adelina Lopes Vieira. Fue defensora de los derechos civiles de las mujeres, de su acceso a la educación, la pro-fesionalización, la vida laboral y la independencia económica.
El canon excluyó durante mucho tiempo su nombre y obra de la historia literaria de Brasil. Afortunadamente, en tiempos recientes sus textos han vuelto a ser leídos y editados en su país natal, y en otras partes del mundo han comenzado a ser traducidos. Es de esperarse que poco a poco se repare, al menos en parte, el grave error histórico de haberla mantenido en el olvido durante tanto tiempo.

«Albert», de Lev Tolstói

Albert es un artista en el violín, un muy buen hombre, pero digno de lástima, sus miembros son delgados y débiles. Quienes lo conocen consideran que tiene un gran talento que se pierde en su desdichada figura. Afligido y consumido por el alcohol, logra transformarse cuando toca el violín, y al mismo tiempo anima a quien lo escucha a explorar en sus recuerdos y sentimientos con la contemplación de un apasionado instante feliz, de una ilimitada necesidad de poder y esplendor o de un sentimiento de sumisión, amor no correspondido o tristeza. El violín de Albert no se escucha con los oídos sino con el alma. Salvar la magia de la música que produce su violín es el reto que Tolstói presenta a sus personajes, a Albert y al mismo lector en este increíble cuento, traducido por Selma Ancira.

«Tolstói es -como bien aseguró Nabokov— el mayor escritor ruso de ficción en prosa; pero el acercamiento de los lectores a su obra suele contener sentimientos encontrados. La figura del escritor clásico con obras monumentales e imprescindibles para la literatura lo hace parecer inalcanzable; el artista y sus historias tan humanas atraen, y el filósofo y el moralista aburren o ahuyentan. Sin embargo lo que ha hecho que miles sigan leyendo sus obras casi 200 años después es el don que tenía Tolstói para proveer a su ficción de un estado de ánimo que coincide exactamente con el del lector. La composición de las historias, las voces más diversas, el obsesivo detalle en la descripción física y mental de cada personaje, la entrada a todo lo divino y lo humano.

 

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