Resplandor de Alma Karla

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Por Jasmín Cacheux

(Texto leído en la presentación de Resplandor de una nube con memoria, marzo 30, 2024, en Cuernavaca, Morelos).

 

Alma Karla Sandoval Arizabalo es, a saber: ensayista, poeta, novelista, feminista, catedrática, mujer, contestaria… Alma Karla ES.

Su trayectoria por sí misma es una carta de compromiso, entrega y responsabilidad a la escritura, a la literatura. Ahora mismo, nos convoca su obra – que no me atrevo a decir reciente, porque intuyo que ya está fuera del tintero otra próxima a ver la luz – pero es el caso que estamos aquí por su escritura. En esta ocasión una vez más galardonada con el Premio Nacional Dolores Castro, pero en la categoría de ensayo. Y el “pero” sobreviene, porque nuestra autora ya posee este galardón en la categoría de novela. Alma Karla orada caminos y arroja luz sobre la palabra que es otro cuerpo luminoso. Alma Karla, ES.

Leo esta obra con interés, con afán y me interrogo ¿es la poeta que me dejó balbuceando sus versos una tarde? Respondo, ES.

Titulada, Resplandor de una nube con memoria, seguido de Editopatriarcado, o la escritura tutelada, la obra es una provocación para quien abre sus páginas de esta obra, en ella está el deleite de la palabra precisa, la sabiduría de quien se ha entregado con pasión al estudio, a la búsqueda del saber y lo ha encontrado. El engarce de cada uno de los ensayos que hacen suma en esta obra, es el equivalente al arte de la filigrana, a la joyería y de ella queda no un arte contemplativo sino un ejercicio de reflexión profunda y honesta, que la autora con total dedicación comparte como un acto íntimo su acontecer más personal.

Damos cuenta de su cabal introspección hacia la luz en un mundo que se antojaba gris de aquel 2020 tan rotundo en nuestras vidas. La autora nos habla en el tono más sutil, la confidencia, Alma Karla crea intimidad con quien la lee, ya en las primeras páginas nos hace saber que lo que tenemos ante nuestra mirada es “algo más”, no se trata de un libro de ensayos, amén que el ensayo es un género que ella maneja con presteza y elegancia, para quien esto escribe es Bioescritura, definida por la propia autora como: “un estar en la página de los géneros”. ¿Por qué? He dicho que Alma Karla hace uso de la primera persona para escribir, he dicho que nos plantea una confidencia de saberes, quizá lo que haga falta apuntar es que la autora nos da la atmósfera en que elucubra los aciertos en este libro, anda y nos dice qué ve, qué bebe, quién acaba de irse, quién no está, cómo ha llegado, qué toma entre sus manos, qué ha dejado… ¡Qué ha dejado! Como puesto sobre la mesa, como apartado, como descartado. ¿Lo ves, lector, lectora? Andamos un libro en doble clave: el ensayo y una/su vida.

Las olas, el mar, las sirenas, la emoción, las nubes, dice: “Una nube también es un diálogo con lo que nos dicen los manuales que podemos entender por nube.” Alma Karla dialoga con su lector, con su lectora, advierte: “…Adentro de nosotros hay otras cúpulas celestes. También en nuestras palabras diarias o en el lenguaje, continente de nubes por sí mismo.”(Fin de la cita.) Repito y subrayo: “Adentro de nosotros hay otras cúpulas celestes”. Por sí misma, la afirmación es una tesis, apunto la frase mientras cierro los ojos con la certeza que Alma Karla se ha transfigurado en nube. Porque ella lo sabe, esta obra es un ensacirro, sigo a la autora: “Si hablamos de molecularidad en los discursos, en cómo los imaginamos desde sus texturas o componentes, cuando el ensayo poetiza adquiere la materialidad de un cielo en la página donde las nubes o (…) los ensacirros se ensanchan.”

Ay, Alma Karla, pienso en aquel toro mecánico que fijas en tu memoria de infancia y me digo: te subiste al toro mecánico sin poner un pie en el estribo, compusiste la canción y nos entregas un maravilloso jaripeo. ¡Qué cosa tiene la escritura que podemos olfatear y bien estar en la fiesta brava sin aprobarla! ¿O de qué otro modo y manera le llamamos a la experiencia de tu escritura en estas horas de marzo? Y mira que lo interrogas, cito: “¿qué tal si la caída de ese artefacto es una catarsis cuando se pretende ensayar, pero se narra?” Aquí lo dejo para su consideración, gente querida, no sin antes aclarar, como si fuera necesario que nuestra autora, no cae.

Alma Karla, nómada, poseedora de epifanías, abierta, señala: “Tengo miedo de quedarme, pero tampoco sé permanecer en otro lugar, en otro país. No huyo, regreso, he inventado un limbo al que le salieron escamas y hongos en la piel.” Alma Karla, tu piel es papel y escribes.

Como si respirar, la autora nos hace una doble entrega, aunque si bien lo planteo, lo ha hecho desde las primeras páginas, ella ha dispuesto díadas alrededor, al centro y en cada lateralidad de la obra que hoy nos convoca, porque en ella, y la cito: “opera una libertad posible, la única y la primera habitada por búsquedas y extravíos, la libertad del ensayo…”

¿Qué oficio es ser poeta? Parece ser la pregunta casi al cierre de la primera de la díada, recuerdo, entonces, aquella película de los noventa, “El lado oscuro del corazón”, en que la pregunta llegaba a la simiente del protagonista y al tiempo que lo encolerizaba lo revitalizaba, eso me parece que ocurre con nuestra autora, disiente, discierne y acude a Lispector, a Symborzka, a Darío, para abrir el espejo de Alicia y dilucidar con paciencia y pasión lo que hay que saber, escribir es una sentencia, una profecía, una voluntad que no es nuestra, pero nos guía. Palabras mías, sí, porque la provocación de la autora de Resplandor de una nube con memoria…, permite, posibilita, abre.  Hago una pausa y me doy cuenta que estoy tarareando la canción de Héroes del silencio: “Sirena, vuelve al mar/ Varada por la realidad/ Sufrir alucinaciones/Cuando el cielo/ No parece escuchar”. No es casual, nada lo es con esta lectura, te pienso Sirena, Alma Karla, te veo nube, te sé resplandor.

Se completa la díada con Editopatriarcado, o la escritura tutelada, fuerte cierre de este libro en que reconozco la voz de la autora más allá de la escaramuza, con la convicción de quien será escuchada, por la única razón posible, existe. Abre con Annie Ernaux, Rosario Castellanos para dejarnos con Cristina Rivera Garza y El invencible verano de Liliana, las discusiones al respecto, el profundo respeto que merece una obra, la necesaria apuesta por la escritura hecha por mujeres, del mansplaining – tan mencionado–, asume otros más el manediting y manerasing,  esa forma patriarcal y machista de editar, borrar, censurar, reprimir la escritura para cuadrar el mundo, hasta que como la autora apunta: “los hombres me dicen qué escribir.”

En este segundo mundo de Alma Karla, me atrevo a señalar que estamos también ante un tema de mesa de trabajo y práctica, es decir, una mesa de conversación, discusión, diálogo, pero también de práctica de lo que ahí se acuerde, hacia el quehacer cotidiano; una mesa que ahonde en el inextricable compromiso de continuar andando el único camino que sabemos posible, escribir, qué, cómo, cuándo, cuánto y por qué lo deseemos. A nuestra personal, singular y única manera.

No hay ríos secos en este libro, no hay desperdicio en ninguna referencia, cita breve o extensa; hay pasión y a la sazón rabia que cuestiona, responde y busca ser y hacer con la escritura, una escultura hacia el cielo para que desde la tierra sea visible.

Gracias, Alma Karla, por permitirme leer esta obra y saber que todas las interrogantes tienen cabida, las mías, las ajenas, sobre lo que leo, sobre lo que leen, sobre el propio lenguaje, sobre el lenguaje del otro, de la otra, de otre. Gracias por los juicios abiertos y la propia fe guardada para retirar la espada de Damocles y abrir el campo a nuevos y refrescantes horizontes. Cierro esta, mi no breve participación, con unas palabras de la autora: “Casi siempre escribo para pensar porque no puedo evitarlo, es la única manera que tengo de salvarme, de recuperar aliento.” Yo también, Alma Karla, yo también, pero hoy tú eres la nube y resplandeces.

Sobre la autora:

Jasmín Cacheux. Es Originaria de Xalapa, Veracruz; reside en Cuernavaca, Morelos desde 1992. Es licenciada en derecho y en ciencias de la comunicación; con estudios de maestría en Literatura y en Educación. Ha montado obras de teatro de su autoría, publicado artículos y ensayos literarios en revistas nacionales e internacionales. Premio Nacional de Cuento Flores Magón (1996); Mención Especial Alfonsina Storni, (2007) en el Festival de Mar de Plata, Argentina. Premio Nacional de Narrativa “Dolores Castro”, IMAC (2018), con su novela “Martha, Una carta”. Tiene los libros de poesía: “Rocío de mar” (2014), “Creaturas Cotidianas”, poesía reunida (1998- 2018); “Confieso_36 rostros de Mujer”.

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