Cine queer en México: del silencio a la resistencia, con “La Arriera” al frente este junio

Spread the love

Junio, cine y orgullo: ¿y dónde están las historias LGBT+?
Durante mucho tiempo, el cine mexicano representó la diversidad sexual como un susurro: silenciado, reprimido o convertido en burla. La masculinidad era incuestionable, rígida, y cualquier desviación de la norma heteronormativa era reducida a estereotipos o a personajes que vivían en la tragedia o el ridículo.
Y sin embargo, lo queer ha estado ahí desde siempre, desafiando los márgenes, reinventando el lenguaje del deseo y la identidad. El cine mexicano LGBT+ ha recorrido un camino complejo, pero fundamental para ampliar las formas en las que entendemos la masculinidad, el amor y la libertad.

De lo oculto a lo evidente: una cronología de ruptura
La historia comenzó tímidamente en 1938, con La casa del ogro, dirigida por Fernando de Fuentes, donde Manuel Tamés interpretó a Don Pedrito, considerado el primer personaje homosexual en el cine mexicano. Se trataba de un personaje afeminado y amanerado que funcionaba como alivio cómico en el melodrama, encarnando los estereotipos de la época. Aunque no representaba una figura libre ni empoderada, su presencia marcó un hito inicial en la representación de la diversidad sexual en la pantalla nacional.

Décadas más tarde, en 1977Arturo Ripstein llevó el erotismo homosexual al centro del relato con El lugar sin límites. Ahí, “La Manuela”, interpretada por Roberto Cobo, impuso su dignidad y deseo en un pueblo conservador. Fue un escándalo y un hito: el primer beso homosexual en el cine mexicano. Pero, fiel a la narrativa trágica de la época, el personaje fue condenado a un destino fatal.

Poco después, Jaime Humberto Hermosillo cambió las reglas. En lugar de condena o caricatura, ofreció personajes integrados en la sociedad. En Doña Herlinda y su hijo (1985), mostró a una madre que acepta la homosexualidad de su hijo y lo protege de las convenciones sociales. Hermosillo fue pionero en mostrar nuevas formas de familia, deseo y amor sin aspavientos ni juicios morales.

A inicios del nuevo milenio, un título icónico se volvió clave para hablar de deseo, exploración sexual y ruptura de los códigos masculinos: Y tu mamá también (2001), de Alfonso Cuarón. Aunque no es una película abiertamente LGBT+, sugiere con sutileza una tensión homoerótica entre los protagonistas, y su célebre beso final —entre Gael García Bernal y Diego Luna— deja entrever una experiencia sexual compartida que rompía con los límites tradicionales del deseo masculino en el cine comercial mexicano. Fue un momento clave: la ambigüedad se volvió transgresora.

Ese mismo espíritu transgresor marcó el cine de Julián Hernández, cuya ópera prima Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor (2003) narró, con sensibilidad poética, la búsqueda de afecto de un adolescente gay en la Ciudad de México. Le siguieron El cielo dividido (2006), Rabioso sol, rabioso cielo (2008) y Yo soy la felicidad de este mundo (2014), consolidando su obra como un laboratorio estético y emocional sobre el deseo y la identidad masculina.

Otros títulos fundamentales han ayudado a dibujar un mapa más diverso:

  • Carmín Tropical (2014), de Rigoberto Pérezcano, con una protagonista trans que investiga un asesinato en su pueblo.
  • Quebranto (2013), de Roberto Fiesco, que reconstruye la historia de Fernando García “Pinolito”, un actor infantil que más tarde se asumió como mujer trans: Coral Bonelli.
  • El baile de los 41 (2020), dirigida por David Pablos, que dramatiza un episodio real del México porfirista, donde la homosexualidad se vivía bajo el velo de la clandestinidad.
  • Las flores de la noche (2020), documental de Omar Robles y Eduardo Esquivel, que retrata con ternura y honestidad la vida de jóvenes queer en una comunidad rural.
  • Cosas que no hacemos (2020), de Bruno Santamaría Razo, donde se explora la identidad de un adolescente no conforme en un entorno conservador.
  • Nudo mixteco (2021), de Ángeles Cruz, que entrelaza tres historias en una comunidad indígena, abordando migración, abuso sexual y una relación lésbica con total naturalidad.
  • Nunca seremos parte (2022), de Amelia Eloisa, que muestra cómo el deseo y la identidad se entretejen en los afectos familiares.
Junio, cine y orgullo: ¿y dónde están las historias LGBT+?
A pesar de este recorrido, y de que junio es el Mes del Orgullo LGBT+ en México, solo una película mexicana de temática queer se encuentra actualmente en cartelera defendiendo su espacio: La Arriera, dirigida por Isabel Cristina Fregoso.

Protagonizada por Andrea Aldana, esta historia se aleja de los discursos panfletarios para hablar de la identidad como una construcción íntima y poderosa. Ambientada en el mundo rural, La Arriera reflexiona sobre el deseo, la pertenencia y el cuerpo como territorio de liberación. Su presencia en salas este mes no es casualidad: es un acto de resistencia.

También te podría gustar...

WP2Social Auto Publish Powered By : XYZScripts.com