El Santo se despide pero su legado queda en el ring
No fue una noche cualquiera, fue el cierre de una era. Bajo las luces y ante una arena llena, El Hijo del Santo disputó la última lucha de su carrera, regalando al público un momento que quedará marcado en la historia de la lucha libre. Cada llave, cada gesto y cada pausa en el ring fueron un viaje por décadas de entrega y disciplina.
El combate trascendió el resultado. Fue un homenaje a una máscara que dio la vuelta al mundo y a un legado construido con respeto, mística y pasión. El público lo entendió y respondió con un aplauso prolongado, consciente de que estaba presenciando algo irrepetible.
Al final, no hubo despedida definitiva, sino gratitud. El Hijo del Santo deja el cuadrilátero, pero su nombre y su historia permanecen intactos, escritos para siempre en la memoria de la lucha libre mundial.
Por Alberto Cirilo




