«El Rock de la cárcel», de José Agustín
El rock de la cárcel
Prólogo de Julián Herbert
Obra gráfica de portada: Pedro Friedeberg Landsberg/ El camino de la virtud, 2017
Fotografía del autor: Rogelio Cuéllar
Segunda edición de Bolsillo: agosto, 2022. Penguin Random House Grupo Editorial
La nueva edición de El Rock de la cárcel, con prólogo de Julián Herbert, narra una vida que de tan pletórica de incidentes parece inventada; es una autobiografía que puede leerse como estricta ficción. Pero también reúne algunas de las claves para descifrar la marejada juvenil de los sesenta.
El rock de la cárcel, se divide en tres partes: Quién soy, dónde estoy, qué me dieron; Tienes que entrar para salir y, El rock de la cárcel. En la primera parte, el autor, narra su vida familiar, y sus inicios en la literatura, de la mano de Juan José Arreola, quien impulsó la publicación de La Tumba, su primera novela.
José Agustín arribó a la literatura por el camino del teatro, fue director de cine, alfabetizador en Cuba, uno de los exploradores de los resortes creativos ocultos en los distintos alucinógenos y sicotrópicos y de los intelectuales que pisaron Lecumberri por motivos no políticos. Todo ello se cuenta aquí. Pero también, y sin proponérselo, estas páginas explican la precocidad y la lucidez de la narrativa de José Agustín, derivadas de la exploración insaciable de un mundo que hacía agua por todos lados.
La segunda parte, se centra en su paso por la psicodelia, el cine, y su pasión por el rocanrol de los sesenta para, finalmente, narrar en el último capítulo, su experiencia en la cárcel de Lecumberri, con una beca que le dio el gobierno para escribir su obra maestra, “Se está haciendo tarde (final en laguna)”.
José Agustín comparte su apego a la literatura nacional e internacional, clásica y contemporánea. Relata su experiencia como alfabetizador en Cuba, país al que acompaña a Margarita Dalton después de un casamiento precipitado con ella; trabaja en el Consejo de Alfabetización, da conferencias, organiza bibliotecas ambulantes y cursos de arte y hace recitales (por ejemplo, sobre poesía beatnik). Publica en Búsqueda, en México en la Cultura, en Mester, en Cuadernos del Viento, en Diorama de la Cultura (este último es el suplemento cultural de Excélsior), trabaja en la librería Porrúa y gana la beca del Centro Mexicano de Escritores.
José Agustín desarrolla una gran pasión por la música del rock and roll: “De esa época data una de las manías que conservo hasta la fecha: el rock. A fines de 1955 empecé a oír el Hot 10 en Radio Mil. Era la época de Rock Around the Clock, Sixteen Tons, etcétera”. No solo aprende las letras en inglés, sino también el grado de popularidad de los discos en las listas de éxitos musicales. Se presenta como un experto tanto de la cultura popular como de la alta literatura, por ejemplo, cuando narra su tercer año en la secundaria. Inmediatamente después de mencionar que ayudó a un conjunto de rock con la traducción de las canciones refiere cómo impresionó al maestro con sus conocimientos sobre la filosofía existencialista:
“Y cuando iba, asesoraba a un grupo de cuates que querían formar un conjunto de rock. Les traduje canciones y etcétera. Una vez, dejé vivísimamente impresionado al maestro de literatura al disertar sobre el existencialismo: la posición de Bobbio, Sartre, Camus, y la importancia de Kierkegaard, Jaspers y Heidegger”.
Fue en febrero de 1966, que José Agustín escribió la primera parte de su autobiografía, en la serie, “Nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos lanzada por Empresas Editoriales en la Ciudad de México”, a la edad de 22 años. En su relato, la construcción del yo abarca la infancia y la juventud y se basan en los temas de la vida cotidiana. En El rock de la cárcel, Agustín escribe y defiende defienden su propia poética con una intención claramente irreverente, rocanrolera, y contracultural.
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