«Para mirar a los arcángeles» de Alma Karla Sandoval (Descarga el libro)

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Libro de crónica que recupera testimonios de los sobrevivientes del terremoto en Jojutla, Morelos, en 2017. La obra es resultado de la Beca para Creadores e Intérpretes con Trayectoria del PECDA. Aquí el prólogo de este documento que fija la memoria histórica de una comunidad resiliente gracias a los oportunos apoyos de la sociedad mexicana, las ayudas gubernamentales, así como de distintas fundaciones.

 

 

El después

Una cabeza y no la de un tango. Una cabeza humana dentro de las consabidas bolsas negras en donde al crimen se le ha hecho costumbre guardar y luego tirar restos de cadáveres. Gramática con mensaje preciso: tu vida es basura.

El hecho se registró casi a un año del 19s en un lugar nada menos simbólico, a los pies del asta de la bandera en una de las entradas del municipio más golpeado del país por el terremoto: Jojutla de Juárez. Pasaban las once de la noche del primer sábado de septiembre de 2018. Patrullas. Boulevard acordonado. Periodistas transmitiendo en vivo. El cuerpo, presumiblemente de la misma víctima, se encontró en la carretera Talquiltenango-Zacatepec, poco tiempo más tarde. Estaba calcinado. No faltó el narcomensaje de cajón en cartulina con letras burdas.

Ese es el panorama, de nota roja, en donde un pueblo intenta reconstruirse luego de una catástrofe por la cual fue declarado zona cero, luego de un terremoto de 7.1 en la escala de Richter que estrujó a cientos de personas en México dispuestas a ayudar dando lo que tenían. También lo que no. Se trata de un país donde más del cuarenta por ciento de sus habitantes viven en pobreza y en estado de indefensión ante el señorío del crimen organizado el cual cobra cuota incluso a los ayuntamientos de varias provincias. Secreto a voces. Nadie se mete con ellos, ¿a quién no le gusta pensar con la cabeza en su sitio?

    Si esto fuera el apocalipsis, sería uno de los sellos que avisan. El profeta San Juan aún anda descalzo entre el calor entre las nuevas casas que poco a poco van levantándose y los lotes baldíos, fantasmales, cuya metáfora acusa el hueco del horizonte.  Pero puede ser peor, no solo los ladrones hacen de las suyas en las calles sin alumbrado, no solo aumentan los asaltos a comercios: Coppel, Oxxos, boutiques, etc. Puede ser peor, vienen las lluvias. Los huracanes son otros jinetes oscuros porque ahí donde hubo una casa, un hogar, un patio con juegos, ahora no existe más que tierra seca a punto de inundarse.

Eso nos dio el sismo, la posibilidad de lo improbable y la esperanza de lo que ha ido ocurriendo en beneficio de unos cuantos. Así como no se cayeron todas las viviendas por obra y gracia de un azar que se le adjudica a un dios de estampita en la cartera o de crucifijo en la capilla más cercana; aunque los arquitectos no se cansen de explicar que fue cosa del suelo, de los materiales, de los años sin hacer reparaciones, etc., aunque se diga que no tiene nada que ver con el hecho de ser justo o pagar algún pecado imperdonable, la reconstrucción obedece, al menos vista por fuera, al mismo azar incompresible que puede o no responder a otras motivaciones. Dos ejemplos: una primaria, la Cuauhtémoc, totalmente reconstruida y un puente roto, en mala hora llamado “De los Suspiros”, el cual nadie ha llegado a tender de nuevo.

Un año más tarde, ciertas promesas se cumplen y otras no. El misterio de dónde están los fondos de las donaciones que cayeron en cascada sigue sin resolverse. De hecho, la Fundación de BBV Bancomer, que arrancó con un fondo de 180 millones de pesos para apoyar la reconstrucción de escuelas en todo el país y otros aliados como la Fundación Kaluz, entregaron la primaria de la que se habló líneas arriba. En la inauguración, su vocera hizo hincapié en que esa inversión, de más de 15 millones de pesos, no contó con dineros del Gobierno Federal. Pero, curiosamente, sí fue esa entidad quien decidió qué centros educativos derrumbados debían reconstruirse y cuáles no. Si damos un paseo por las nuevas instalaciones de la primaria urbana federal Cuauhtémoc, uno esperaría que, con tal cantidad invertida, la calidad de los pisos, el azulejo de los baños, el resanado de los muros, fueran impecables, pero no. Faltan jardineras y la misma vocera mencionó en entrevista que tendrán a empleados de Bancomer, se entiende que voluntarios, haciendo los trabajos restantes, los “detallitos” que faltan para embellecer dicha escuela. El eufemismo lastima. Embellecer es terminar.

     A menos de diez cuadras de ahí, pasando lo que fue el centro, otros niños sin tanta suerte tienen que bordear un río contaminado para ir a tomar clases. La peste del Apatlaco es proverbial. Los desechos químicos que el Ingenio Azucarero Emiliano Zapata arroja al río más caudaloso de la región producen espumas venenosas, olores podridos, a los que los pobladores están acostumbrados desde que tienen memoria. Esas aguas rodean Jojutla. Ese aroma le da la bienvenida al visitante. Fundación Hogares, que se comprometió a reconstruir el puente que conecta a varios alumnos con la Juan Jacobo Rousseau, otra primaria con nutrida matrícula, no cumplió el compromiso ante la intervención de la Secretaría de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano (Sedatu) dirigido, ni más ni menos que por un personaje que no necesita esperar a que la historia la absuelva: Rosario Robles Berlanga, la primer mujer Jefa de Gobierno del entonces Distrito Federal, la artífice del comienzos de la despenalización del aborto en la capital mexicana, la valiente y otrora ejemplar feminista que mordiendo los cebos del amor romántico, ¿o de la ambición?, se vio envuelta en una trama de estafas gubernamentales perpetradas por su examante. Carlos Ahumada, pero eso es arena de otro costal.

Puede que no. Un par de hechos recientes la colocan de nuevo bajo los reflectores y no para bien: el pasado 7 de septiembre, en un acto de conmemoración del primer aniversario que devastó la región del Istmo de Tehuantepec; la gran figura de la izquierda mexicana justificó el desvío de recursos para los damnificados de Oaxaca y Chiapas.  Sus argumentos: “Hasta al mejor banco le clonan las tarjetas”, señaló con el caradurismo de quien dirige una dependencia con programas contra el hambre a su cargo y está relacionada con la llamada “Estafa Maestra”, un desvío de más de 7 mil millones de pesos triangulados con universidades públicas y otras instituciones. En Jojutla ocurrió algo similar con las famosas tarjetas de ayuda a los damnificados por el terremoto a quienes se les prometió 30 mil pesos y solo entregaron la mitad, pero eso sí, les hicieron firmar la entrega de esa cantidad con copia del INE. Se les prometió que los otros 15 mil llegarían, pero pocos vecinos con sus casas a punto de derrumbarse, los recibieron. ¿También a la Sedatu le clonaron estos plásticos?

Volvamos al Puente de los Suspiros, dejemos en paz la llamada “estafa siniestra” por Jenaro Villamil, periodista quien asegura que un México sumido en la cleptocracia de sus exdirigentes es el que le dejan a Andrés Manuel López Obrador. Con ladrones de cuello blanco o no, aquel puente no existe todavía y la Fundación Hogares, asegura Silvia López Dircio, arrancó la emblemática fuente del centro de Jojutla sin que la haya restituido aún. Cuando tengamos que apelar a una topografía afectiva, no habrá ningún punto de referencia que aporte fe a nuestras historias. No ocurrirá si los hechos siguen la inercia a la cual responden en nuestros días.

  He ahí otra evidencia de que luego de doce meses del temblor, varias obras se han quedado a medias. ¿Dónde está el dinero para reconstruir de una vez por todas cada edificio, si se comenta que decenas de fundaciones internacionales mandaron ayuda económica, si desde Belinda pasando por Mijares, Ronaldo y otras personalidades de talla mundial donaron miles de dólares?, ¿quién lo administra?, ¿cómo?, ¿qué tipos de candados administrativos se han inventado para retener esos fondos? Las respuestas son fantasmas en medio de un periodo de transición de gobierno. Bien se comenta que hasta que llegue Obrador veremos qué pasa.

En tanto, que la gente sin hogar se aguante, que se inunden, que revienten en lodo las alcantarillas. De todas maneras, el municipio anda, la vida sigue porque en palabras del ensayista Maruan Soto Antaki: “En México no hay unanimidad sobre lo malo, sean cientos de miles de muertos, sean decenas de estudiantes, cientos de mujeres o periodistas asesinados, etc. En escenarios variopintos, he visto a más de uno relativizar lo que en cualquier otra nación decente habría sido motivo de pena de la más alta envergadura. Aunque la corrupción parece un punto de acuerdo, no hemos llegado a verla con el sentimiento que en otros países lleva a gobernantes y empresarios a dimitir, o a sus allegados a revisar qué omisión los hizo en alguna medida responsables”[1].

[1] En el libro Pensar México editado por Taurus en 2017, pág. 38.

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