Cervezas, chicas y rockabilly: ¿Cómo Carlos Segarra marcó a una generación?
Por Isis Mendoza y Emiliano Guerrero
Era alrededor de la medianoche del sábado 22 de marzo, la multitud esperaba impasible ante el escenario del Foro Hilvana, ubicado en la Colonia Buenavista de la Ciudad de México. El ambiente se sentía emocionante, pues estaba por entrar al escenario Carlos Segarra, el vocalista y fundador de la banda de rockabilly, Los Rebeldes
.
Para la mayoría, el momento estaba lleno de significado, pues Los Rebeldes han marcado la adolescencia y juventud de muchos que han encontrado en el rockabilly una pasión y un modo de expresarse. No es para menos, pues su trayectoria e historia dentro del género es legendaria.
Los Rebeldes fueron fundados en Barcelona en 1979, una época de rica explosión contracultural en Europa. Mientras que en Estados Unidos el rockabilly había muerto en la década anterior, siendo opacado por la psicodelia y luego el disco. En Inglaterra fue un género que, desde la época del skiffle y, la gira de Gene Vincent y Eddie Cochran, siguió siendo parte fundamental en las expresiones musicales de algunas contraculturas populares como los teddy boys o los rockers, que peleaban por un lugar en las calles junto con otras subculturas de la época. Fue por esta razón que los Stray Cats, banda legendaria que compartió generación con Los Rebeldes, emigró de Long Island, Nueva York a Inglaterra.
Carlos Segarra contó en la rueda de prensa del martes 18 de marzo, que debido a la dictadura franquista, el rock n’ roll no llegó a España de la misma forma que había llegado a Inglaterra. Chuck Berry, Gene Vincent, Eddie Cochran, Little Richard, entre otros pioneros del género eran prácticamente desconocidos. Recién en 1964 comenzaron a escucharse canciones de The Beatles y de rock n’ roll mexicano, Segarra recordó especialmente a los Teen Tops, convirtiendose en un referente musical para el vocalista y fundador de Los Rebeldes que en aquella época tenía tres años.
Al caer la dictadura franquista en 1975, llegó una lluvia enorme de culturización internacional, producto de la nueva apertura mediática. Esto derivó a que en España comenzara a producirse mucho cine y mucha música, provocando el nacimiento de nuevas culturas urbanas que llegarían a un auge en la década siguiente. En las calles españolas, multitud de jóvenes comenzaron a autodefinirse como punks, skinheads, goths, psychobillys, rockers y teddy boys, adquiriendo nuevas expresiones culturales propias y creando grupos musicales que las reforzaran. Clubes de motociclistas vestidos al estilo de Marlon Brando en El Salvaje (1953) con café racers inglesas y japonesas peinaban el asfalto de las urbes españolas mientras que en las esquinas las crestas anarquistas protagonizaban encarnizadas peleas contra cabezas rapadas obreras. En este momento histórico fue que surgió Carlos Segarra y Los Rebeldes.
La década de 1980 marcaría una nueva era para el rockabilly, pues surgieron diversos grupos en Europa que popularizarían de nuevo el género al rededor del mundo y no sólo entre algunas subculturas inglesas. Entre el surgimiento de una nueva movida, Los Rebeldes adquirieron un papel protagónico, pues mientras los Stray Cats se convirtieron en el mayor referente del neo-rockabilly en inglés, popularizando de nuevo el género en Estados Unidos, Los Rebeldes fueron los voceros del rockabilly en español junto con “Rock n’ bordes”, “56 hamburguesas” y “Loquillo y los trogloditas”. La juventud española que encontró en el rockabilly una forma de expresar su identidad contracultural comenzó a atiborrar los conciertos de Carlos Segarra y Los Rebeldes al grito de “¡Cervezas, Chicas y rockabilly!”, lo cual le permitió realizar diversas apariciones en la televisión españolas y los llevó a popularizarse entre otras juventudes de habla hispana.
Fue así como Los Rebeldes comenzaron a musicalizar las vivencias de jóvenes mexicanos que redefinieron el concepto clásico del “rebelde sin causa” que existía en la cosmogonía moderna urbana, para sustituir el “bule bule” y el twist con el rockabilly, género que nunca había llegado bien a México. Toda una generación que tuvo a Carlos Segarra como una de sus mayores influencias musicales. Una leyenda del género a la altura de sus compañeros de generación angloparlantes, llegando a producir un disco con Lee Rocker, contrabajista de los Stray Cats. De esta generación de jóvenes mexicanos, surgieron nuevas bandas que autodefinieron su género como rockabilly y no rock n’ roll. Algunas de las bandas mas memorables de esta generación como Los Gatos o Los Rebeldes Locos estuvieron acompañando a Carlos Segarra la noche de este sábado 22 de marzo, siendo estos últimos quienes se ofrecieran a ser sus músicos, pues en esta ocasión viajó sin Los Rebeldes.
Todo este contexto histórico apenas y sirve para entender la emoción que estalló en el Hilvana cuando Carlos Segarra subió al escenario tras las primeras notas de “Mía”, ¡Cuántas vivencias personales de viejos y jóvenes estaban siendo evocadas mientras Segarra cantaba sus versos! ¡Cuántas peleas, borracheras y fiestas atacaban las mentes del público cuando el saxofón eufórico pregonaba el solo de “Mescalina”! ¡Cuántos amores y corazones rotos acariciaron los nervios de aquellos que llegamos a dedicar “Bajo la luz de la luna” mientras sus tonadas salían de la voca del mismísimo Carlos Segarra!
Un mar de emociones se desbordó en un espectáculo sicalíptico, casi surreal, un momento que, pasada la media noche, con las luces del Hilvana prendidas, el escenario vacío y la pista de baile apenas con algunos pocos incrédulos parecía haber pertenecido más a un sueño que a la realidad. En el Hilvana, Carlos Segarra no dió sólo un concierto, invocó con sus notas el recuerdo de incontables vivencias que pudieron sentirse a flor de piel.