Simulación médica para formar expertos a través de la práctica

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A medida que la demanda de atención médica crece en todo el mundo, la formación de nuevos profesionales se enfrenta a un dilema urgente: ¿cómo capacitar a más médicos, con mayor calidad y con menos riesgo para los pacientes? La respuesta está tomando forma en laboratorios y aulas que ya no se parecen a las tradicionales. Cada vez más instituciones apuestan por la simulación médica, herramientas de enseñanza-aprendizaje que permiten recrear escenarios reales en entornos seguros, y que se han convertido en una vía para reducir errores, acortar curvas de aprendizaje y mejorar la toma de decisiones clínicas desde etapas tempranas.

“El modelo clásico de formación médica, basado en observar primero y practicar después, ya no es suficiente. Hoy es indispensable que los estudiantes desarrollen competencias clínicas reales desde el inicio, sin comprometer la seguridad del paciente”, advierte el Dr. Alberto Lifshitz Guinzberg, médico internista y asesor académico de la escuela de medicina Saint Luke.

La simulación, apoyada por diferentes avances tecnológicos, entre ellos la inteligencia artificial, ha avanzado; con el uso de simuladores sintéticos de un cuerpo humano, como los modelos SynDaver, los cuales están hechos de polímeros y permiten hacer procedimientos quirúrgicos como suturas o disecciones y también con plataformas digitales “complete anatomy” que permiten el estudio detallado del cuerpo humano con una precisión milimétrica y la recreación de procedimientos complejos que, hasta hace poco, sólo se aprendían sobre el terreno.

Gracias a los simuladores clínicos, los médicos en formación pueden vivir escenarios tan realistas como atender a un paciente en paro cardíaco o enfrentar un choque anafiláctico. El paciente simulado puede agravarse, complicarse y, sí, incluso “morir” durante la práctica. Pero lejos de ser un error irreversible, es una oportunidad para aprender sin consecuencias trágicas.

“La simulación permite que el estudiante se equivoque, reflexione y corrija en tiempo real. Ese ciclo de ensayo-error, que antes ocurría con pacientes reales, hoy puede vivirse en un entorno seguro y controlado”, señala el Dr. Alberto Lifshitz Guinzberg, médico internista y asesor académico de Saint Luke. “Eso no sólo mejora la preparación técnica: también fortalece el juicio clínico y la capacidad de tomar decisiones bajo presión”.

Este enfoque cobra relevancia en un momento crítico para los sistemas de salud. Según el informe “El latido de la salud” del Instituto de Salud McKinsey, se prevé un déficit de más de 10 millones de trabajadores sanitarios para 2030 a nivel global. Por su parte, el Índice de Salud Futura de Philips revela que en 2024 tres de cada cuatro líderes de hospitales reportaron retrasos en la atención debido a la escasez de personal, y más de la mitad de los países encuestados registraron esperas de hasta dos meses para una cita con un especialista.

“Estamos frente a una tormenta perfecta: una población que envejece, una demanda creciente de servicios y una fuerza laboral que no está creciendo al mismo ritmo. Si no repensamos cómo formamos a los médicos, el sistema no va a resistir”, agrega el Dr. Lifshitz.

Es así que la incorporación de tecnologías de simulación que permiten la práctica continua,  no solo mejora la calidad de la enseñanza médica, sino que se vuelve una respuesta concreta a una necesidad global: formar más y mejores profesionales de la salud, preparados para actuar con precisión desde el primer día.

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