Depredador y su refrescante giro de tuerca

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La franquicia sobre Depredador regresa a la pantalla grande, luego de Depredador: Presa y la película animada, Depredador: Killer of killers, que sólo llegaron a Disney+. Ambas, bajo la dirección de Dan Tratchtenberg, lograron gustar a los fans y no tan fans del máximo cazador intergaláctico.

Así, este realizador por fin consiguió conducir al extraterrestre de las rastas al cine con Depredador: Tierras salvajes, una película de acción imparable que da un refrescante giro a la saga. En esta ocasión, el protagonista es un joven Depredador (Dimitrius Schuster), quien quiere demostrar su valía para el clan al que pertenece, sin embargo, su nada amistoso padre tornará su vida en un caos, al grado que requerirá cazar a una presa implacable para regresar a su hogar.

En ese periplo, el Depredador se aliará con Thia (Elle Fanning), una androide sin piernas pero sesuda y perspicaz, quien en un planeta salvaje le mostrará el camino para dar muerte a una brutal criatura. Así, nacerá una amistad entre ambos… ¿una amistad entre el alienígena y la entidad robótica? ¡Sí! Pero, ¿cómo? ¿Qué no los depredadores son los malos más malos de la galaxia?

Pues en eso consiste el giro de tuerca propuesto por Tratchtenberg, en esta ocasión el Depredador es el héroe y los humanos los villanos. Si bien es un filme con escenas de acción un tanto clichés, el ritmo vertiginoso y ágil, hace de la trama una exquisitez, aunado a las decenas de guiños a la franquicia hermana, es decir, Alien.

Parece que por fin un creativo como Dan dio en el clavo para regenerar a este personaje, tan querido en la cultura pop y que ahora tiene un futuro promisorio.

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