«Un amor memorable»; una auténtica relación romántica

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Por Martín López González

Es curioso cómo a lo largo del tiempo, el cine se ha encargado de construir en el imaginario colectivo un concepto idílico para el amor, creado por el género romántico y edificado sobre sólidos pilares hechos a base de películas memorables que celebran este bello sentimiento.

 

Se nos ha demostrado una y otra vez que es posible encontrar a la pareja perfecta que nos complemente, así como se nos ha enseñado que el amor saca lo mejor de nosotros para hacerle frente a cierta personita que hace latir nuestro corazón al ritmo de un redoble de tambores que parece anunciar una inmensa felicidad.

 

Pero a pesar de que hemos visto estas historias fantásticas que parecen hiladas por el destino mismo, aquel discurso que claman ciertos largometrajes sobre envejecer a lado del ser amado, resultan un maquillaje que cubren las arrugas tortuosas del verdadero paso del tiempo sobre una relación en pareja.

 

Y justamente esto es lo que busca poner Un Amor Memorable sobre la mesa, ya que la historia que viven Sam (Colin Firthe) y Tusker (Stanley Tucci) se acerca más a esto, que lo repetido cientos de veces en las comedias románticas de cajón, porque si vemos más allá de aquella trillada frase que nos genera un alivio peculiar al oír que vivieron felices para siempre, la incertidumbre que provoca el cuestionamiento sobre la muerte en la ecuación, resulta apabullante.

 

Por ello es que es interesante conocer la historia de Sam, un pianista retirado que busca llegar a lo que él asegura será su última presentación, para la cual viaja acompañado de Tusker, un escritor que busca terminar de escribir su próximo libro antes de que una enfermedad que resulta mortal, le arrebate su último suspiro de vida. Porque cabe recalcar que el mal que acecha a Tusker ha quebrantado la relación amorosa que durante 20 años han forjado este par, y que ante la inevitable pronta muerte de Tusker, parece quebrarse algo dentro de este amor.

 

Pero para que la propuesta del cineasta Harry Macqueen sea tan desgarradora, el propio director se toma ciertas libertades a la hora de desarrollar la película, resultando arriesgada la decisión de entregar una cinta muy íntima que nos permite conectar con los personajes. Entendemos las motivaciones, los problemas, las alegrías y el debate interno que liberan tanto Sam con Tusker a lo largo de la historia.

 

Esto resulta gracias a que lo que vemos en pantalla nos es nada del otro mundo, sino que por el contrario es una situación real que no está lejos de sucederle a cualquiera de nosotros, lo que permite a Macqueen apelar a la empatía natural del espectador, que sin necesidad de una explicación extensa y detallada sobre lo que está pasando, plantea el eje narrativo sobre el que se mueve toda la película.

 

De esta forma nos vamos involucrando cada vez más con los protagonistas, los cuales, al igual que tú, están conscientes de que solamente hay un final posible a todo esto, por más que el viaje trate de alargar el fatídico final. Este juego de emociones orilla a que nuestros protagonistas lleguen a los extremos de sus emociones, sacando ese lado desesperado y agonizante que los amantes suelen ocultar bajo aquella máscara de la pareja bella, hermosa y rebosante de felicidad.

 

Así es como la cinta invita a la pronta reflexión acerca de las relaciones de pareja y que tan dispuestos estamos a cumplir con esas palabras que solemos decir a la ligera, mismas que ligan nuestra vida a la otra persona por el resto de nuestros días, en la salud y en la enfermedad, aún cuando esta última significa el final de una larga vida juntos.

 

 

 

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