Sin maíz no hay país, se define en noviembre
A partir de que estudios científicos detectaron contaminación genética en especies nativas mexicanas de maíz con genes de variedades modificadas e importadas de Estados Unidos, miles de activistas en pro de la biodiversidad y la siembra responsable del maíz no solo en México sino también en diferentes países del mundo, han presionado a los gobiernos norteamericanos a fin de adoptar medidas protectoras para los consumidores y ecosistemas que impidan los experimentos y la contaminación de semillas de maíz que resultaran transgénicas.
En el marco del panel de controversias sobre maíz genéticamente modificado del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC) cuyo dictamen irrevocable se emitirá en noviembre próximo, grupos de activistas lanzaron la campaña “Sin maíz no hay país” para crear conciencia en la sociedad y sobre todo, en los funcionarios involucrados de los tres países de la importancia de proteger y preservar el origen del maíz como el principal alimento para millones de habitantes de México, Estados Unidos, Centro y Sudamérica, incluso en países europeos y asiáticos, donde se han logrado desarrollar diversas variedades de maíz, que constituyen la base de diferentes alimentos y platillos como la tortilla, el elote y bebidas preparadas con dicho cereal.
Carlos Ventura, representante de Demanda Colectiva Maíz, señaló, “Los maíces nativos se han adaptado a las diversas condiciones geográficas presentes en el territorio mexicano, que ocupa el quinto lugar en biodiversidad en el mundo, así como a las de otros continentes; esta proeza biocultural debe ser cabalmente entendida y respetada, por ello es necesario enfatizar que todas las variedades de maíces híbridos modificadas mediante ingeniería genética provienen de maíces que se originaron en México, la biodiversidad de los maíces mexicanos y de sus parientes silvestres es imprescindible para que las siguientes generaciones tengan alternativas de alimento que se adapten a los efectos de la crisis climática”.
Por su parte Montserrat Téllez, de Semilla de Vida, enfatizó, “Al perderse la biodiversidad de los maíces mexicanos pierde la humanidad, por eso la lucha contra la contaminación transgénica en México, que lleva al menos dos décadas, ha impulsado acciones que se reflejan en leyes, en las firmas de protocolos internacionales y en las demandas judiciales que han llegado a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y han sido resueltas favorablemente. Las consecuencias de la pérdida de la biodiversidad por contaminación transgénica son de tal magnitud que no es posible su cuantificación en términos económicos, ya que este patrimonio de la humanidad es invaluable, pues implica la posibilidad de alimentar a millones de familias que viven gracias a este cereal, además, el maíz desde hace milenios es el centro de la cultura, la identidad, de la vida misma de toda la población mexicana, de donde es originario”.
En su oportunidad Gabriela Guzmán, de El Poder del Consumidor valoró, “El maíz es una proeza que soporta las condiciones medioambientales hasta más de 3 mil metros sobre el nivel del mar; pero no deja de ser sensible a factores nocivos, como la contaminación transgénica que impacta a nuestros campos en general, impacta a kilómetros las variedades de maíz, la codificación abierta y nuestras colonias; en todo el país tenemos ya las tortillerías de la esquina que trabajan con harinas de pésima calidad, la que lamentablemente ha ido desplazando a nuestra tortilla tradicional, ancestral, que es la principal forma de consumo de maíz en nuestro país y en otras latitudes”.
Para la activista Josefina Rosas, de AMEC, el resurgimiento de la concientización tuvo un punto de partida, “A raíz de la Revolución Verde que se impulsó en todo el mundo, lo que se buscaba finalmente era aumentar los rendimientos para alimentar a una población cada vez mayor; pero al paso del tiempo se ha visto que el costo ambiental es inmenso por la contaminación de los suelos, el aire, agua; contaminación que se transfiere también a los humanos,, pese a ello, intereses corporativos a nivel mundial impiden que muchas veces los gobiernos opten por otro tipo de esquemas de producción, pero de que hay alternativas las hay.”
Montserrat Téllez recalcó, “Otra de las demandas de los activistas gira en torno a la gran industria: actualmente las semilleras, los productores de agrotóxicos y de fertilizantes están en mano de muy pocas empresas que concentran todo y su influencia es cada vez mayor, son los dueños de las semillas, de los híbridos, tienen las patentes pero increíblemente no entienden que esas semillas solo sirven una vez, se siembran y no vuelven a producir, por lo que siempre se tiene que estar comprando ciclo tras ciclo; a diferencia de las semillas nativas que los productores ciclo tras ciclo siembran y mejoran, seleccionan e intercambian, por eso se van adquiriendo características tan valiosas para la viabilidad genética; entonces la cuestión es que sí hay otras maneras de producir alimentos, como la orgánica y la agroecológica, que preservan el medio ambiente y la salud humana, pero que necesitan de muchos apoyos para poderse masificar en el uso de los productores”.
A manera de conclusión, Carlos Varela aportó; Mientras no optemos por otras formas de producir los alimentos, seguiremos arriesgando nuestro patrimonio, por lo que lo deseable sería que, al maíz y al frijol, por lo menos se les debería sacar de este Tratado (TMEC) ya que es un alimento y no una mercancía”.
Finalmente Gabriela Guzmán resaltó, “Los mexicanos somos autosuficientes en la producción del maíz que consumimos; existen 64 razas de maíces; la variabilidad genética del maíz representa un seguro de vida a futuro; los productores estadounidenses deben probar que su maíz no es dañino para las especies nativas mexicanas y los consumidores, ya que en México se consumen once veces más que en la Unión Americana y lo principal que las opiniones de los participantes de México y Estados Unidos en el Panel de Controversias de junio pasado, arrojarán un informe final en noviembre del 2024 que no tendrá apelación”.