Hombre lobo 2025
El realizador Leigh Whannell, conocido por el exitoso remake de El hombre invisible (2020), regresa a la pantalla grande con otro famoso monstruo de la Universal, el Hombre lobo, en una intentona por revivir la nostalgia por estos seres preternaturales, que en la década de los treinta del siglo pasado, revolucionaron el cine hollywoodense con filmes como Drácula o Frankenstein, inmortalizando a histriones como Bela Lugosi y Boris Karloff.
Así, en pleno 2025, con los protagónicos de Christopher Abbott, Julia Garner, Matilda Firth y Sam Jaeger, el público encontrará un no tan original acercamiento al mito del humano licántropo, ese mismo que se torna en una creatura salvaje de la noche en busca de presas humanas a las cuales devorar. Con una atmósfera perturbadora y nocturna, Whannell combina el misterio de la transformación de un padre de familia en hombre lobo con el subtexto de le decadencia paternal en el mundo occidental.
La subtrama es por demás interesante, en torno a las complejidades de ser padre en el siglo XXI, relación ejemplificada entre Blake (Abbott) y su hija de 8 años, Ginger (Firth), quienes sufren altas y bajas en la comprensión mutua de la relación consanguínea. Pero, hablando de la sangre como entretejido humano, la hemoglobina que emerge de la amenaza licántropo es por demás tediosa, poco ayuda en la estética del filme que prácticamente la se desarrolla en una noche, recurso que el director utiliza para presentar escasa iluminación que en ocasiones confunde al espectador.
Igualmente, los efectos visuales para la transformación del humano en lobo deslucen ante la oscuridad de las imágenes, amén que dichos momentos son escasos. El filme abusa del jump scare como recurso para interesar a la audiencia, tornando a Hombre lobo en un mero fiasco que, por si fuera poco, mantiene el mismo giro de tuerca que las películas antecesoras de esta entidad salvaje.